Espacios para pensar...
Las aulas de las escuelas significan el lugar en el que transcurre la enseñanza, en el que es posible pensar que niños y jóvenes en quietud aprenden y por qué no, disfrutan y se apasionan por lo nuevo, lo provocativo, aquello que invita a pensar. Sin embargo, nada más ajeno a la niñez y a la juventud que la quietud o la escucha silenciosa. Creemos que el orden o la quietud representan la “buena educación” el compromiso con la tarea, el respeto a los mayores. Los corredores, pasillos o patios, nos permiten algunas libertades por minutos que interrumpen el silencio del aula. Es así como aulas y pasillos, en una distinción severa, piden silencio o aceptan bullicio en una suerte de análisis indiferenciado respecto de sus moradores o huéspedes.
Una mirada que no se limite a las paredes o los espacios de las aulas deberá reconocer a la escuela toda como el lugar que elegimos para educar. Así como las rondas de bancos o las mesas dispuestas para el trabajo compartido y no su alineamiento en filas permite a las o los estudiantes la ayuda entre ellos, los trabajos en grupo, las búsquedas compartidas, los pasillos y patios en los que se habilita el bullicio o el juego tienen que ver más con la infancia que con las instituciones que la aprisionan.
Volver a mirar la escuela desde una perspectiva totalizadora nos permitiría derribar las endebles paredes que construimos como garantía de un espacio en el que se aprende y de otro espacio en el que se juega o se divierte en tanto representan una falsa antinomia en la vida de las niñas, los niños o los jóvenes.
Una mirada que no se limite a las paredes o los espacios de las aulas deberá reconocer a la escuela toda como el lugar que elegimos para educar. Así como las rondas de bancos o las mesas dispuestas para el trabajo compartido y no su alineamiento en filas permite a las o los estudiantes la ayuda entre ellos, los trabajos en grupo, las búsquedas compartidas, los pasillos y patios en los que se habilita el bullicio o el juego tienen que ver más con la infancia que con las instituciones que la aprisionan.
Volver a mirar la escuela desde una perspectiva totalizadora nos permitiría derribar las endebles paredes que construimos como garantía de un espacio en el que se aprende y de otro espacio en el que se juega o se divierte en tanto representan una falsa antinomia en la vida de las niñas, los niños o los jóvenes.
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